Las personas que sufren retinosis pigmentaria tienen una ‘visión en túnel’: el campo visual es cada vez más pequeño. Se trata de una enfermedad hereditaria y degenerativa.
Las células fotorreceptoras –conos y bastones– se ven afectados por una destrucción gradual. Es raro que esta patología se manifieste antes de la adolescencia y suele afectar a los dos ojos por igual.
Cada persona evoluciona de una manera; no todas las retinosis pigmentarias son iguales ni conducen a la misma pérdida de visión. Con frecuencia, la persona afectada se va adaptando a la pérdida de fotorreceptores y no es consciente de su problema hasta que la enfermedad se encuentra en una fase avanzada.
Los síntomas más frecuentes son: ceguera nocturna, pérdida de visión periférica, deslumbramiento y, en casos muy avanzados, alteración de la percepción de los colores.