La educación de las personas con baja visión o invidentes constituye una de las principales garantías de inclusión social y laboral.
Es necesario superar las barreras que todavía hoy en día limitan esta inclusión a través de una mayor implicación del profesorado, de más facilidades y ayudas y de la concienciación por una sociedad más solidaria, basada en la diversidad y en la aceptación de las diferencias individuales.
“El concepto de la inclusión educativa es muy bonito, y también muy etéreo y muy ambicioso. La inclusión es un proceso. Se intenta conseguir que todos los miembros de las aulas se sientan parte de ese grupo y aprendan conjuntamente”, expone Rosa Pujadó, maestra itinerante del Centro de Recursos Educativos –ONCE y en convenio con Generalitat de Catalunya-, que trabaja con estudiantes invidentes o con discapacidad visual integrados en sus colegios.
Pujadó considera que hace falta avanzar poco a poco para encontrar las distintas necesidades de cada alumno, de ofrecer lo que ese alumno necesita.
“Además, la inclusión necesita unos profesionales convencidos, bien preparados. Y que a nivel político se les reconozca el trabajo que están haciendo, que se les empodere”, sentencia.
Los recursos y ayudas ópticas para los alumnos son muy distintas y se adaptan a las necesidades concretas y al grado de discapacidad visual de cada alumno.
Existen distintos materiales educativos, ayudas ergonómicas (como el atril), ayudas ópticas (lupas, telescopios…), adaptaciones al Braille de cuentos, mapas, libros, adaptaciones de acceso (ordenador con programas específicos según si el usuario trabaja en Braille o en vista), libros digitales con opción de voz, etcétera.
La mayoría de estudiantes asisten a centros ordinarios, el que la familia ha escogido para ellos (independientemente de si es público, privado o concertado). Las Actividades Complementarias son unas sesiones mensuales que se realizan en el Centro de Recursos. Estas actividades se ofrecen libremente a los alumnos, agrupados por cursos.
El objetivo es doble: poder compartir su situación con otros compañeros en situación muy parecida y trabajar distintos aspectos que en el día a día de clase cuesta de profundizar. Se realizan clases muy diferentes y en algunos casos poco convencionales: informática, laboratorio, inglés, catalán, castellano, matemáticas, historia, biología, taller de cocina, plástica y técnicas de estudio, entre otros.
Pero la dinámica en el colegio también resulta crucial a la hora de conseguir la inclusión. “Los profesionales de los colegios muchas veces se encuentran trabajando con mucha sensación de soledad. Esto puede romper la línea filosófica tan positiva que hay. Hace falta formación continuada y con debates dentro de los claustros de los colegios, que esos profesionales pudieran decir qué necesidades tienen para promover la inclusión en el aula y que esta reflexión pueda ser escuchada y compartida”, apunta Pujadó.
Anna Selvi es Trabajadora Social en la ONCE Barcelona, pero hace más de diez años también fue una niña en una clase de colegio. Rosa Pujadó fue su maestra itinerante, realizando una tarea de mediación entre la familia, el colegio y la ONCE y asesorando al profesorado.
Selvi estudió Educación Social y Trabajo Social en la universidad para ayudar a personas que, al igual que ella, tienen alguna discapacidad visual.
“Considero que he llegado a tener un desarrollo educativo y una maduración que es prácticamente igual al de mis compañeros sin ninguna discapacidad. No me he encontrado con ningún problema grave a pesar de que es cierto que, en ocasiones, nosotros tenemos que trabajar el doble para conseguir la mitad”, explica Selvi.
La inclusión educativa requiere un trabajo a largo plazo. “A medida que me fui haciendo mayor fui consciente de todo lo que me rodeaba, me di cuenta de todo lo que habían trabajado conmigo y por mí desde tan pequeña. Me ayudaron a abrirme a la sociedad, me enseñaron recursos para defenderme, para poder imaginar y ver aquel paisaje más allá de mi visión ya que ver no es solo mirar a través de los ojos”, concluye Selvi.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/